Jardín del Princípe
Su nombre se debe a Carlos IV, que lo mandó construir cuando todavía ostentaba el título de Príncipe de Asturias, conservando elementos anteriores, como la huerta de la Primavera y el embarcadero de Fernando VI.
A nivel arquitectónico, este amplio jardín posee unas puertas de entrada de estilo neoclásico monumentales, obra del gran arquitecto Juan de Villanueva. Antes de llegar al río Tajo, puede verse la antigua huerta de la Primavera. En este punto se sitúa el embarcadero, precedido por una glorieta con cinco pintorescos pabellones, siendo el más grande el Pabellón Real levantado por Bonavia en 1754. También puede contemplarse un pequeño jardín ochavado, que a modo de patio de honor separaba el pabellón principal de la calle del Embarcadero.
El Gran Pabellón, edificado por orden de su padre, el Rey Carlos III, era el espacio que acostumbraba a frecuentar el futuro monarca, para disfrutar de las preciosas vistas que ofrecía. Por ello, querría contribuir a enriquecer este espacio, encomendando una serie de cambios y ampliaciones al jardinero Pablo Boutelou.
Otros elementos que enriquecen el jardín son las fuentes, entre las que se encuentra la de Narciso, de Joaquín Dumandre, y la de Apolo, siendo esta última una réplica de la que se encuentra en el Palacio Real de La Granja de San Ildefonso. En el Estanque de los Chinescos puede contemplarse un pequeño templo neogriego, obra de Villanueva, con magníficas columnas jónicas de mármol, además de un pequeño pabellón de madera, de tipo chinesco.
En el extremo oriental del Jardín del Príncipe se halla la Casa del Labrador, un conjunto arquitectónico que se fue transformando en un extraordinario palacete neoclásico, siguiendo el exquisito gusto de Carlos IV.