Salón de Gasparini
La decoración de este espacio recayó en el pintor y adornista Mattia Gasparini, quien había llegado de Nápoles con el rey en 1759. Gasparini diseñó un conjunto rococó de carácter italiano, donde las hojas carnosas, las flores, las aves y las figuras orientales reflejan el gusto del momento por las chinerías. Para ejecutar esta obra, así como los adyacentes gabinetes “de maderas finas”, se crearon tres talleres: el de Ebanistería, dirigido por el alemán José Canops; el de Bordado, a cuya cabeza se encontraba María Luisa Bergonzini, esposa de Gasparini; y el de Bronces, este último bajo las órdenes de Antonio Vendetti.
Carlos III nunca vio completada la decoración de la sala, pues al morir en 1788 sólo se había concluido el pavimento de mármoles, realizado por Domenico Galeotti y Nicola Rappa, y la bóveda, obra del estuquista Gennaro di Matteo. El resto de la decoración, para cuya finalización se necesitaron décadas de trabajo, se fue instalando paulatinamente a lo largo del siglo XIX; durante el reinado de Fernando VII se colocó la colgadura, realizada en raso bordado con sedas de colores e hilo de plata sobredorada, mientras que bajo Alfonso XII se concluyó y ubicó en la sala la magnífica sillería, sin duda una de las más originales del rococó europeo.
Magníficas piezas pertenecientes a otros reinados forman parte, actualmente, de la decoración del Salón Gasparini, como el reloj conocido como “El Pastor”, obra del relojero suizo Jacquet Droz adquirida por el rey Fernando VI. Al reinado de Carlos IV pertenecen la consolas neoclásicas, mientras que de época de Fernando VII son los candelabros de las esquinas y la araña de bronce. Finalmente, al periodo isabelino pertenece el velador que centra el espacio, realizado en los talleres vaticanos y regalado a la reina Isabel II por el papa Pío IX.