Desde tiempos remotos se fabricaron en China piezas diversas de porcelana, y en Europa, ya desde el siglo XVI, poseerlas era símbolo de riqueza y buen gusto. Así ocurrió con los monarcas españoles, de tal forma que en el Monasterio de El Escorial ya se encontraba una importante colección reunida por Felipe II. A comienzos del siglo XVIII, la demanda de porcelana oriental, sobre todo para uso de mesa, se incrementa notablemente, por lo que van a encargarse a las fábricas de China desde todas las cortes europeas vajillas y todo tipo de porcelanas.
La porcelana china para la exportación presenta una decoración variada con temática oriental y occidental indistintamente, si bien responde principalmente a tipologías europeas, y se comercializa por medio de las Compañías de las Indias Orientales. Son de gran aceptación los conjuntos decorados con motivos heráldicos, que sistemáticamente comienzan a producirse en el reinado del emperador Kangxi (1662-1722), elaborados en su mayor parte en los alfares de la ciudad china de Jingdezhen.
En las primeras décadas del siglo XVIII, se encarga para el rey Felipe V un gran servicio de mesa de porcelana decorado con el escudo de la Casa de Borbón -rodeado del collar del Toisón de Oro y de la Orden del Saint Esprit - y dos tipos de greca sobre cubierta, motivos ejecutados mediante la aplicación de esmaltes translúcidos rojos, azules, turquesa y dorados. La primera noticia documental de este conjunto data de 1774, cuando fue descrito de forma completa y detallada en el inventario de bienes de la reina Isabel de Farnesio (1692-1766) redactado tras su fallecimiento bajo el título ≪Bajilla de China del Japón con armas reales≫.
La vajilla constaba originalmente de 510 piezas, entre las que se destinaba un conjunto de 286 para el consumo de café, té y chocolate. La incorporación de nuevas costumbres como la degustación de té de Oriente, café de Arabia y chocolate de América, dio origen a la fabricación de piezas vinculadas a esta moda imperante en las cortes de toda Europa. Según se recoge en el inventario de la reina, el servicio estaba compuesto por tipos de objetos muy diversos, entre ellos platos llanos y hondos, fuentes de distinto tamaño, ensaladeras, terrinas grandes con sus tapas y asas, bacías de barbero, orinales, cubos, candeleros, diez azucareros con tapas y dos con la tapa calada, mostaceros, saleros, dos salseras y dos juegos de vinajeras. Además de los recipientes de mesa, el servicio se completaba mediante tibores monumentales de encargo con el blasón de Felipe V que aparecen registrados en el inventario junto a sus correspondientes barreños.
Actualmente se conservan en la colección de porcelana de Patrimonio Nacional setenta y dos piezas de este servicio de mesa. Se integran en el conjunto una sopera, platos, teteras, chocolateras, cafeteras, jícaras, tazas, cuencos y azucareros de tapadera calada, además de otros tipos de objetos para distintos fines. En la manufactura de Alcora se realizaron algunas piezas de reposición fabricadas en loza, como el enfriador de copas nº inv. 10015319. Otras piezas pertenecientes a esta vajilla se dispersaron a lo largo del siglo XIX, custodiándose hoy día en el Museo Arqueológico Nacional, en el Museo de Artes Decorativas y en colecciones privadas.
Recientes investigaciones han sugerido que el servicio fue realizado en la tercera década del siglo XVIII, y que probablemente se trata de un regalo realizado a los reyes Felipe V e Isabel de Farnesio por Fernando de Valdés y Tamón, capitán general de las Filipinas, debido la similitud existente con su propio servicio blasonado.