Noveno hijo de Carlos IV y María Luisa de Parma y cuarto en la línea de sucesión a la corona, Fernando VII “el Deseado” se convirtió en rey de España en 1808 y, nuevamente, desde 1814 hasta su muerte en 1833, momento en el que tuvo lugar el inicio de la primera guerra carlista entre los partidarios de su hermano, el infante don Carlos, y su hija Isabel.
El reinado de Fernando VII se caracterizó por diversos vaivenes políticos, pasando de una primera fase absolutista a un periodo constitucional conocido como el Trienio Liberal, para volver de nuevo a una fase de represión política hacia los liberales denominada Década Ominosa.
El carácter absolutista del monarca se refleja en este trono, símbolo del poder Real y destinado a glorificar la persona del rey en los diversos actos oficiales. Se trata de un asiento de estilo imperio, si bien se aleja parcialmente del repertorio decorativo de este movimiento mostrando cierto eclecticismo ornamental tanto en las formas como en la decoración.
Arranca la pieza en tres patas, dos delanteras con forma de garra rematadas en cabezas de león en la parte superior, y una trasera de gran originalidad, articulada en un apoyo curvo de gran anchura decorado con bajorrelieves. En la parte frontal, un faldón triangular muestra ornamentación a base de guirnaldas y roleos vegetales entre los que aparece un castillo.
Característicos son igualmente los reposabrazos, con forma de cornucopia invertida, que dan paso a dos figuras femeninas ataviadas con vestidos compuestos por elementos vegetales. Estiradas en torno al respaldo, elevan los brazos hasta el remate del trono, tocando casi con las manos la corona Real que campea sobre el conjunto.
En el centro del respaldo y circundado por una corona de hojas de roble, el escudo del monarca se muestra bordado en hilo de plata entorchado sobredorado y sedas de colores sobre una base de terciopelo carmesí, misma tela empleada en la guarnición del asiento.
En general, se trata de una pieza que apenas tiene relación con el mobiliario francés de la época, donde los tronos que se estaban realizando para el emperador se caracterizan por el empleo de la línea recta, la sobriedad decorativa y la presencia sistemática de elementos de raigambre clasicista que, aunque ya aparecen en esta obra, se articulan en torno a una estructura que llama la atención por sus esbeltas proporciones y el empleo de la línea curva.
Texto: Mario Mateos Martín