Se trata de un manto de color azul celeste, bordado en plata con campo de estrellas de seis puntas y orla con los motivos del collar de la Orden de Carlos III. En el lateral izquierdo luce una gran cruz. Se reviste de esclavina a juego con el anagrama III coronado entre leones rampantes, y remata con alamares de pasamanería
La Real y Distinguida Orden de Carlos III fue creada en 1771 por este rey en agradecimiento por el nacimiento de su primer nieto, que aseguraba la dinastía. Su razón de ser era premiar a las personas que hubieran prestado un especial servicio al rey o a la Corona, independientemente de los títulos nobiliarios de los condecorados. Al ser Carlos III especialmente devoto de la Inmaculada Concepción, puso la Orden bajo su amparo, figurando la imagen de la Virgen en el centro de la cruz del collar. Además se autoproclamaba Jefe y Gran Maestre de la Orden, estableciendo que en el futuro lo serían también sus sucesores. Los caballeros que formaban parte de la Orden eran de dos clases: Caballeros Grandes Cruces y Caballeros Pensionados. El lema de la Orden es “Virtud y Mérito”, y las insignias se componen de una cruz, una banda de seda azul con los perfiles blancos y un manto, cuya confección y uso estaba perfectamente reglamentado: debía ser de color blanco, pero su tejido cambiaba, siendo de seda para los Caballeros Grandes Cruces, o de tafetán para los Caballeros Pensionados. La muceta era azul celeste moteada de plata. El manto se adornaría en todo su perímetro con cenefas anchas, combinando el azul y la plata. Este modelo de manto se puede admirar en el bello retrato de Carlos III que pintó Mariano Salvador Maella en 1784, conservado en el Palacio Real de Madrid.
La Orden fue reformada por Carlos IV en 1804, ampliándose una categoría más de caballeros, los Supernumerarios. Cambió la banda, dividiéndose en tres partes iguales: la central blanca, y las laterales azules. El manto pasó a ser azul celeste, completamente cuajado de estrellas bordadas en plata, conservando la muceta y las cenefas iguales al modelo original. Este es el caso de este manto, que perteneció al propio rey Fernando VII.
Son muy pocos los ejemplos de mantos de este tipo que se conservan en nuestro país; uno de ellos está en el Museo del Traje (MT131325A). En las colecciones reales se conservan cuatro: los de Carlos IV, Isabel II niña, Alfonso XII y Alfonso XIII, todos posteriores a 1804, la fecha de la reforma que lo modifica. A lo largo de la historia son varios los monarcas retratados en cuadros de aparato cargados de gran simbología y ataviados con el manto de la Real Orden. Además del propio Carlos III de Maella antes citado, se pueden poner como ejemplos los retratos de Fernando VII de Vicente López, hoy en el Ayuntamiento de Valencia, o el de Alfonso XII de Ramón Padró y Pedret conservado en el Palacio Real de Aranjuez. La especial querencia de Fernando VII por esta Orden hizo que cambiara la decoración del dormitorio de su abuelo, Carlos III, en el Palacio Real, convirtiéndolo en un espacio que servía de homenaje a esta Orden y a la dinastía. Las colgaduras de las paredes y las tapicerías de los muebles copian los colores y adornos del manto, y el techo se decora con una alegoría de la creación de la Orden pintada por Vicente López.
La Real y Distinguida Orden Española de Carlos III es la más alta de las órdenes civiles españolas en la actualidad. El Rey es el Gran Maestre, y el Presidente del Gobierno, el Gran Canciller. Se concede a las personalidades relevantes que hayan prestado servicios eminentes al Estado. La concesión de la Real Orden a las mujeres se produjo en 1983 mediante Real Decreto y se extendió en 2002, equiparándose las condecoraciones femeninas a las masculinas.