El Códice de los músicos es el único manuscrito del cancionero regio que incluye la totalidad de los poemas.
Además del prólogo y la intitulación, recoge cuatrocientas cantigas, una oración final conocida como la pitiçon, en la que el rey se dirige a María y le pide que interceda por su alma, y un grupo de piezas dedicadas a las fiestas de la Virgen.
En este caso su repertorio figurativo quedó reducido al prólogo, en el que encontramos una hermosa escena en la que el rey, rodeado de miembros de la corte, parece asistir a la interpretación de una cantiga, y a los poemas decenales, que están precedidos por una viñeta en la que intérpretes y cantantes se representan con una gran variedad de instrumentos musicales.
En la cantiga 377 se cita a un pintor, Pedro Lourenço, que pintaba bien y rápido los libros de Santa María, la única referencia específica que tenemos de uno de los iluminadores que participaron en las Cantigas.
Este manuscrito quedó depositado en la catedral de Sevilla, y es probable que se realizase para ser utilizado en las ceremonias de la Capilla Real.
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