Una cómoda para Carlos III

El “despacho secreto” de Carlos III, así llamado en el Inventario del Oficio de la Furriera del Palacio Real de Madrid de 1776, se encontraba en la sala central del conjunto de los tres gabinetes anejos a la Cámara o Pieza de Vestir del Rey. Para este espacio Gasparini no sólo diseñó el panelado o boiserie, sino un rico conjunto de mobiliario cuyas piezas centrales eran el escritorio de tambor y el sillón. En torno a ellas, un grupo de cuatro cómodas grandes y una pequeña, varias estanterías, una pantalla de chimenea y un reloj, a las que habrían de sumarse otra cómoda pequeña, otra estantería y dos taburetes que se realizaron años más tarde por el taller del propio José Canops. La decoración de la sala se completaba con colgaduras orientales y una bóveda de carácter chinesco, quizá parecida a la que hoy podemos ver en el Salón Gasparini.

Tras la muerte del rey en 1788, la boiserie del despacho fue desmantelada y trasladada, junto con la mayor parte del mobiliario, al gabinete de la reina María Luisa de Parma, donde se ha mantenido hasta nuestros días. La adaptación a este espacio, el cambio de gusto de la época y las propias decisiones de los nuevos soberanos tuvieron como consecuencia diversas modificaciones que alteraron el aspecto original del despacho de Carlos III: las sobrepuertas y la bóveda fueron decoradas por Vicente Gómez con pinturas en las que se reproducen escenas de carácter clásico tomadas de Vestigia delle Terme di Tito e le loro interne pitture, publicación clave en la expansión del Neoclasicismo en la Europa de finales del siglo XVIII, mientras que las sedas orientales de los muros y las tapicerías de los asientos se sustituyeron por un nuevo tejido de tonalidad blanca. Varios años más tarde, la chimenea fue retirada de la sala, abriéndose un nuevo vano para el que hubo de realizarse una sobrepuerta adicional a imitación de las laterales, tarea de la que se encargaron el tallista Gabriel Blanco, el dorador José Escorción y el pintor Juan de Mata Duque.

A partir del siglo XIX los muebles del despacho se dispersaron por distintas estancias del Palacio Real de Madrid. El gabinete de la reina María Luisa, utilizado más tarde por la infanta Isabel, más conocida como “la Chata”, pasó a ser la Sala del Teléfono desde finales del reinado de Alfonso XII, mientras que el escritorio de Carlos III sirvió a la reina María Cristina de Austria primero, y a la reina Victoria Eugenia de Battenberg después en las habitaciones privadas del ala de San Gil de este Palacio Real. Fue en la segunda mitad del siglo XX cuando varios de los muebles fueron devueltos al despacho de maderas finas, donde hoy día continúan mostrándonos la altísima calidad de los artistas que trabajaron para Carlos III.